Carmen


Calma,
el alba era calma...

El patio se hace mañana
se alborota el gallinero
el gallo encrespado
vuelve a sacudir sus alas;
el bramido en su garganta
zarandea la bonanza
y el canto encadenado de otros gallos
paren melodías a la mañana.

Mientras los pájaros cantan...

Un rayo de sol me lava la cara
el grifo gotea, gotea y calla,
enjuagando el charco a sus pies
espejo de las mañanas
donde se acicalan las rosas
los geranios, las calas.

Un abejorro revolotea
sobre las uvas engrampadas
con mirada temerosa lo sigo
bajo la parra en esmeralda,
eterna guarida de las risas
los encuentros y las mateadas,
refugio de familia y de amigos
en domingos de empanadas.

Mientras los pájaros cantan...

Al fondo, el patio de los sueños
parece hamacarse con la alborada;
el damasco, la higuera, el duraznero, el limonero;
y más allá, imponente el algarrobo
erguido centinela de la casa,
con sus cascabeles naranjas se remanga.

¡Ay! Tesoro de niño travieso
quién pudiera volver a tenerte
trepando y trepando tus ramas.

Mientras los pájaros cantan...

Haragán, el horno se prepara
cuando la siesta duerme en la tarde
una escoba de jarilla le limpia la panza,
la leña amontonada se hace humo
luego, se hace brasa...
y el pan caliente como botón hinchado
en una batea de madera
humeando se escapa,
en tanto el mate cocido ansioso espera
en una taza de loza blanca.

¡Dios! El tiempo parece vivir en esa casa.

Y ella, ahí, en medio de todo
en su reino...
sobre el patio recién regado,
bajo el damasco
con sus arrugas
con sus manos de antaño
con el cansancio de cien madres
y su otoño en la mirada
como en una fotografía gastada,
con su brasero, su mate y su pava
sentada a la sombra,
Carmen...,  descansa.

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