Agencia Paradise Borgn

“Sólo tienes un cierto número de horas en un día y un límite para las que puedes trabajar. Entonces, ¿por qué trabajar duramente para conseguir dinero? Aprende a hacer que el dinero y la gente trabajen para ti y serás libre para hacer las cosas importantes.”

Robert Kiyosaki, autor de Padre rico, padre pobre.


En el centro de la escena discutía una joven pareja de unos veintidós años cada uno. La imagen, tomada desde arriba, dejaba ver con claridad, las cabezas de ambos jóvenes, como si fuesen las copas de dos árboles vistas desde un globo. Podían notarse, también, las gesticulaciones de las manos, debido, lógicamente, al recio altercado de los dos. Nada más que eso.

Los dos jóvenes se regañaban desaciertos comunes de la edad: cuestiones de celos, libertades restringidas, familiares insoportables, amistades no deseadas. Entre otros absurdos.

Cuando la discusión llegó a su fin, el muchacho se marchó derrapando su motocicleta y la joven, quedándose sola, comenzó a llorar.

En ese exacto instante, se escucha por los parlantes, una voz en off gruesa, masculina y seductora, que, acentuando con firmeza cada palabra, decía:

—¿No estás fastidiada de soportar siempre las mismas tonterías? —Y, después de una pausa para la reflexión, continuó:— Agencia Paradise Borgn… te cambiará la vida.

Mientras el cuadro central continuaba mostrando la joven, llorando todavía, la imagen lentamente comienza a subir y subir alejándose de su cabeza, dejando su figura diminuta al extremo de convertirla en un punto primero, para luego hacerla desaparecer por completo. La imagen continúa subiendo hasta salir de la ciudad, del país donde habitaba, llegando hasta la altura de poder distinguir perfectamente las tres Américas. De pronto, la cámara empieza a caer a una velocidad extrema, pero, en vez de volver a su lugar de origen, recae sobre Brasil, continuando su descenso hasta embestir dentro del habitáculo descapotado de una Ferrari California, de color roja. Dentro del vehículo, una pareja disfrutaba, aullando como lobos al compás de los Rolling Stone, de un paseo veloz costeando las playas brasileñas, dejando al descubierto el embrujo inagotable de sus arenas blancas y sus aguas turquesas, en un atardecer paradisíaco.

Dentro del vehículo se distinguía con facilidad a una muchacha joven y hermosa, y a su lado, a un hombre adulto de rasgos bien puestos. Mientras la voz en off volvía a invadir el salón con una frase que decía:

—Deja de vivir tan lento. —Y al instante apuntaba—: Agencia Paradise Borgn te ofrece el milagro, te presenta un millonario.

La Ferrari se aleja por la carretera con el cabello de la joven saltando al viento. La pantalla se apaga.

Se abrieron las aletas de las persianas mediante el control remoto que accionó la señorita Montalván. De repente, la luz entró por los inmensos ventanales del piso treinta y dos del edificio Borgn. Casi en silencio, la máquina de café empezó a moler los granos mientras se encendían las luces de la sala ejecutiva.

—¿Qué le parece, señor Borgn? —preguntó con buena sonrisa y un cierto aire triunfalista la nueva gerente de marketing.

—El anzuelo para las mancebas me gusta. Nada sofisticado, fácil de entender. Concibió ese punto señorita. Pero hay que profundizar en el rostro del millonario. Es lo que vendemos, ese es nuestro verdadero producto. Nuestra gallina de los huevos de oro. Que tenga una sonrisa más amplia, el cabello inamovible, un pañuelo en el cuello, anteojos de sol, un reloj importante, gemelos en los puños… ese tipo de ostentaciones millonarias. Que impacte el mensaje —insistió Borgn, mirándola como un león a su presa—. Su voluntad sabrá complacerme, señorita Montalván. No tengo dudas de eso —dijo al final con voz ronca y sugestiva—. Por lo demás, está bien —agregó.

Después de discutir algunos puntos con el señor Borgn y de ofrecerle una sonrisa generosa, la señorita Montalván se retiró de la sala ejecutiva con su equipo de marketing, al instante que ingresaba el departamento de expansión industrial.

—Señor Borgn, este es el balance del último bimestre —dijo Max, su gerente de desarrollo, utilizando la misma pantalla y el mismo control remoto que su antecesora. Las luces se apagaron nuevamente y abriendo un puntero para señalar los avances de la agencia, el gerente planteó—: Como usted verá, este índice marca el nivel de crecimiento de postulantes a millonarios. En el punto A, la franja azul, la cual se mantiene en su evolución, corresponde a políticos de todo tipo, jueces y abogados, gerentes, subgerentes de bancos nacionales y extranjeros. En su mayoría, debo aclarar, divorciados, como también, comerciantes importantes, empleados jerárquicos de distintas empresas del país e internacionales, entre otros. Todos, lógicamente, mayores de cuarenta años. En el punto B, la franja verde, el crecimiento, es constante. La mayoría son profesores de secundaria y catedráticos de universidad, operarios de fábricas, gasoductos, empleados comerciales, policías, taxistas, entre otros. Al igual que en el anterior caso y como marca el reglamento interno de la agencia, todos mayores de cuarenta años. Y, por último, en el punto C, la franja roja, o de riesgo, continúa creciendo considerablemente. Son, en su totalidad, jubilados provenientes de distintos sectores y poder adquisitivo que…

—Vamos a tener que hacer algo en éste último punto —interrumpió tajante y algo preocupado el señor Borgn—. En lo que va del año ya murieron dos de estos viejos de un ataque al corazón. Uno, conduciendo una Lamborghini a doscientos veinte kilómetros por hora. La destrozó, por supuesto. Y el otro, en un jacuzzi después de una fiesta maratónica con dos de nuestras más bellas mancebas, que, lógicamente, se niegan a volver a hacer una recepción igual con otros de estos viejos. Demás está decirte que cada error lo cubre mi bolsillo. Estoy perdiendo dinero, Max —concluyó el señor Borgn, con semblante tenso.

—Según los informes que recibí, los chequeos médicos de los dos jubilados estaban en perfectas condiciones al mome…

—No necesito excusas, Max. Te pago, y bastante bien, para no escuchar este tipo de lamentos —interrumpió nuevamente el señor Borgn con el mismo tono de voz—. Continuemos, por favor —agregó mirando con aspereza los ojos de su gerente. El gerente carraspeó y continuó con su exposición.

—Las nuevas doscientas veinticuatro mancebas recibidas en el último bimestre, todas mayores de veintiún años y menores de veinticinco, como marca el reglamento, que llegaron a la agencia ilusionadas en conocer al millonario de su vida, ya han pasado a la fase dos del programa de reclutamiento Xx3. Sólo un quince por ciento no ha podido ser transformada por el mismo inconveniente sufrido por el veinte por ciento del bimestre anterior: el vínculo con sus padres es demasiado fuerte, señor.

—Otro de tus puntos flojos, Max —volvió a interrumpir el señor Borgn—, Si bien has bajado el cinco por ciento de deserción con respecto al anterior bimestre aún sigo perdiendo dinero. Las nuevas mancebas son el maíz de este granero, Max. Es la demanda número uno de nuestros potenciales millonarios, aun por encima de las Ferraris, los barcos o los viajes. Si el reclutamiento no tiene fisuras, todos nos iremos contentos a casa. ¿Entiendes, Max? —concluyó Borgn haciendo girar un bolígrafo sobre la mesa y levantado el ceño al mirarlo.

—Mi equipo y yo nos comprometemos en revertir el porcentaje, señor Borgn —prometió el gerente con voz entrecortada y algo acalorado, ante la mirada inexpresiva de Borgn. Y continuó:— Los costos por alquiler de vehículos, helicópteros, aviones, yates, joyas, hoteles, mansiones, entre otros menores como, restaurantes, indumentaria, salones de belleza, boletos a espectáculos deportivos y demás, han sufrido un incremento, fundamentalmente, por los cambios de valor en nuestra moneda de origen. Por esa razón, la señorita Montalván diagramó su publicidad apuntando a Brasil y no a Miami o Europa, como el anterior gerente de marketing exigía. Es un país cercano —analizó con entusiasmo Max— y con una moneda aceptable. Lo que abarataría considerablemente los costos y abultaría aún más las ganancias. Una vez armado el paquete completo, desde luego, y mediante su autorización, por supuesto, señor Borgn —dijo el gerente con gesto adusto.

—Claro que lo autorizaré, sí, sí… —afirmó Borgn, pensativo—. Jacob me dará los detalles. Igual, vamos a dejar un par de lugares del diagrama original. No existe millonario alguno sobre la tierra que no desee pasar una noche romántica en París, esquiar en los Alpes suizos, vacacionar en la isla de Capri, aventurarse en la sabana africana, relajarse en la arena de Miami o en alguna isla paradisíaca del Caribe —decía Borgn con la vista perdida en un punto, nostálgico de cada lugar, y continuó:— Sin nombrar los países exóticos que habíamos elegido incorporar en el diagrama anterior, como… —pensó un instante—Tasmania, o Túnez, por ejemplo. Pero ese problema lo solucionaré, Max —aseguró Borgn con ojos desafiantes—. Estoy buscando lugares estratégicos para emplazar nuevas agencias. Pero ya te informaré llegado el momento —concluyó con humor cambiante.

—Si no tienes nada más que decirme, dile a Jacob que entre. Debo terminar cuanto antes con esto. Necesito viajar urgente a Londres —dijo Borgn echado hacia atrás en su sillón, meneándolo apenas con la cintura, abstraído por el pensamiento y con una de sus manos sujetándole el mentón.

—Sí, señor Borgn —respondió el gerente.

Jacob entró con cuatro enormes carpetas que asentó sobre la espaciosa mesa de cristal cincelado. Abrió una de ellas para mostrar los detalles de los números del último bimestre, pero el señor Borgn lo interrumpió al instante, diciéndole:

—¡No! Jacob, no… no tengo tiempo para un informe detallado esta vez. Cierra esa carpeta y dímelo con palabras. Te ruego que seas breve —le ordenó con cordialidad.

Por unos segundos, Jacob bajó levemente el rostro para mirar a Borgn a los ojos por sobre el marco de sus lentes, luego volvió a su posición natural, y sin más, dijo:

—Lo primero que voy a decirte Thomas, para verte sonreír —comentó con picardía el contable— es que las ganancias, por todo concepto, se han incrementado un sesenta y tres por ciento con respecto al bimestre anterior. Esto sucede por tres razones fundamentales: la primera —dijo el economista volviendo a la compostura— se debe al incumplimiento del contrato, es decir, al recargo del veinticuatro por ciento de interés por la demora del segundo pago al volver del viaje, según lo firmado y pactado en el tratado. Esto ocurre generalmente con la franja verde que te explicó Max, donde los trabajadores de ese sector vuelven a endeudarse hasta seis meses más para cancelar el paquete que adquirieron desde un principio. En innumerables cantidad de casos, como el incumplimiento continúa, y siguiendo las normativas según el contrato firmado de común acuerdo, este bimestre hemos rematado el doble de departamentos, autos y otros bienes personales que los deudores poseen. Sin embargo, esa área, como ya sabrás, continúa en permanente aumento. Lo que significa que las deudas se multiplicarán y que, por consiguiente, se duplicarán las ganancias. La segunda —expuso Jacob muy concentrado en sus palabras— es la inconformidad de la franja azul. Como sabemos todos, nuestros autos de lujo, helicópteros, aviones privados, yates, etcétera, poseen un uso regulado por la agencia, debido, incuestionablemente, a la demanda de todos los sectores. Bien, esta franja en particular, la azul, no se ajustan a esta regulación. Como poseen un alto poder adquisitivo, están en constante disconformidad. Un ejemplo: por un paquete de cinco días cedemos una Ferrari, o el auto de lujo que deseen, por treinta horas a consumir como ellos dispongan, durante los cinco días que dura el paquete. El resto del tiempo, se manejan en nuestras limusinas. Pues bien, ellos pretenden su auto de lujo el doble o el triple de tiempo que figura en el contrato. Y así, con el resto de los servicios. Esto nos obligó a actuar rápidamente haciendo nuevos contratos al momento del pedido, armar nuevos paquetes, nuevas licencias y demás. Por decirlo de alguna manera, es una franja fructífera. Abonan todos sus excesos. No nos generan un solo inconveniente. Con decirte que jamás tuvimos un solo embargo. Y lo más importante: efectivo. Sólo efectivo, Thomas. Amo ese olor. Y el tercer punto —dijo el contador frotándose las manos y reacomodando su silla— es la joya de esta agencia, el nuevo viaje para reincidentes WKplus de fin de semana con una manceba cero, que empezó a regir este bimestre. Verás, existe una hermosa batalla entre la franja verde y la roja, o de riesgo, con respecto a este tema. La demanda de esos sectores por el servicio WKplus es sinceramente descomunal. Vuelven con asombrosa frecuencia y cada vez que regresan a adquirir un viaje de fin de semana exigen una manceba cero. Te preguntarás por qué. Porque gozan infinitamente del placer de entender que, esas muchachas ingenuas, los creen realmente millonarios. Les provoca un orgasmo fantástico que les dura un fin de semana completo. Es estar protagonizando la película ideal en carne y hueso. Es la explosión económica perfecta de nuestras dos inmejorables fantasías. Thomas, no tienes una idea de la fortuna que nos está dejando —dijo el contador excitado, mientras Thomas Borgn no movía un solo músculo escuchando a su amigo Jacob. Se quitó los lentes y remató su intervención:— Por eso, como te dije en la reunión anterior, hoy más que nunca es fundamental que Max baje el nivel de deserción de las mancebas cero.

—Ya hablé con él sobre ese punto. Pero aún estoy perdiendo dinero, Jacob. —El contador lo observó desorientado. Thomas Borgn continuo diciendo:— Jamás necesité darte una orden, lo sabes. Pero esta vez, por primera vez, lo haré. Como objetivo número uno para el siguiente bimestre, y de manera imperiosa, es necesario encontrar la manera de endeudar a la franja azul. Ese será el verdadero tesoro de este negocio. Te lo puedo asegurar, Jacob —dijo Borgn acercándose al contador para acentuar la última oración, que sonó a vaticinio.

—Señor Borgn, el senador Fernández volvió a llamarlo por teléfono —informó Anastasia, su secretaria privada, antes de que Thomas Borgn entrara a su oficina.

—Dile que le devolveré el llamado en cuanto me desocupe. Necesita urgente un avión privado para viajar con su amante a Centroamérica. Si no fuese por sus favores impositivos, yo mismo le patearía el culo, odio a ese corrupto —contestó Borgn visiblemente irritado en el momento en que su secretaria le hacía señas para que se callara.

—El jefe de policía está en su oficina, señor —anunció Anastasia con cierto pesar en la mirada y levantando los hombros y el ceño en clara señal de no haber podido hacer nada para detenerlo. La expresión de Borgn se volvió hielo.

—¡Buenos días, señor Borgn! —exclamó con una sonrisa socarrona el jefe.

—¿Cómo está, Báez? No lo esperaba sino hasta el bimestre siguiente, como habíamos acordado —dijo Borgn, imperturbable.

—Veo que mis amigos del poder no dejan muñeco en la vidriera —insinuó el jefe Báez antes de soltar una carcajada. Y continuó:— Ese Fernández sí que le saca provecho a la teta de la vaca —sentenció Báez en clara alusión a lo que había escuchado.

—¿Qué se te ofrece Báez? —lo cortó Borgn notoriamente crispado.

—Bueno, te pediría un avión, pero no tengo una amante tan popular y “cara”, como la del senador Fernández —enfatizó el jefe soltando otra vez una carcajada. Y callándose de repente y entrelazando los dedos de sus manos sobre el escritorio de Borgn, agregó:— Necesito un cheque ahora mismo. Tengo problemas apremiantes que solucionar. El bimestre que viene volveré normalmente por lo que me corresponde. Digamos que este dinero sería por horas extras —Báez destrabó otra vez su risotada.

—Esto no es un banco donde puedes sacar dinero cada vez que se te antoje… —observó Borgn.

Y antes de que continuara su exaltada exposición, el jefe Báez lo interrumpió:

—¡Claro que esto no es un banco! Es sólo un burdel con un apellido elegante. Usas a esos pobres infelices que se endeudan hasta la médula para creerse millonarios y embelesas a esas criaturas con ilusiones maliciosas para luego prostituirlas. Manipulas las ilusiones de esos perdedores para convertirte, tú, en el único millonario de esta fiesta. Quiero recordarte, Borgn, que tengo más de una manera de terminar con este fraude. Y ahora, dame ese cheque, que no tengo todo el día.

—Ninguno de mis negocios se distancian de la ley —contestó Thomas Borgn con algo de derrota en el tono de su voz.

—Pruébame una sola vez, sólo una vez, Borgn, y te haré primicia para que te despedacen todos los buitres y noticieros de este país —increpó el jefe Báez apoyando los puños en el escritorio de Borgn, mirando sus ojos con fiereza y usando un tono amenazador en la voz, como nunca antes había usado.

Después de que el jefe Báez se marchara con su cheque, Thomas Borgn se quedó meditabundo, sentado en su robusto sillón de cuero negro de su oficina. Pasados cinco minutos, presionó el botón de su intercomunicador. Su secretaria Anastasia contestó del otro lado:

—Sí, señor Borgn, diga usted.

—Anastasia, dile a Jacob que mande a buscar a Isé…

—¿La nueva manceba de Filipinas? —se adelantó su secretaria.

—Sí, la misma. La quiero en mi oficina en cinco minutos. Y no pases ninguna llamada, que no estaré para nadie durante una hora. ¿Entiendes?

—Sí, señor —se limitó a contestar su secretaria.

—Luego llama a mi esposa y dile que aliste a las niñas, que en una hora y media volamos a Londres. Que preparen el avión.

—Sí, señor Borgn —contestó Anastasia. Lo haré de inmediato.

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