Mares de Dios


Había trepado
había subido hasta allí
donde las dolencias huyen
porfiado, audaz
llegué a la conmoción
a la esperanza absorbente.

Ese estado irreligioso
es la creación ideal
es el niño en la copa
con el alma sólida, prendida
el corazón torpe, revolucionario.

Allí, simples, se abren las manos;
lustrosa, la mirada despierta
no lloran pasado los labios
es volátil el pensamiento,
un paraíso de féculas excesivas, es.

Los días amables, son todos
las mañanas desabrigadas
dóciles se ofrecen,
incansables las noches
insomnios dementes son.

Pero, aunque maldigan los santos,
pretender con alevosía
no es suficiente.

Compartir los sueños
sólo sueños son.

Los suspiros colmados
perecen de gloria, inútiles
duran ese instante adecuado
al final, siempre caen las hojas,
retrocede el invierno
y vuelve todo a surgir.

La vida y sus lisonjas
la risa, la verdad escandalosa
la ilusión y sus universos
en el mismo barranco son piedra.

También duelen los pájaros,
el ventanal, la frustración,
el adiós.

Que callen los gorjeos
que huyan las mariposas
que la marea llega
con los mares de Dios.

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